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15 octubre 2005

el hilo (-68)

A las cuatro de la mañana sonó el teléfono y era la señora Avelina que llamaba para decirme que Fernando había muerto. Ya en la cama, recordé su andar pausado, su color de tez amarillento, su reticencia a instalarse un teléfono en casa. "Fernando, vive usted solo, nunca se sabe lo que puede pasar." Pasó que se murió, y no llamó para avisar. También pensé que en cuanto se hiciese de día tendría que llamar a todos los músicos para reunir a la banda y rendirle un sentido homenaje, no sin antes oír un silencio, una maldición, una expresión de sorpresa al otro extremo del hilo y luego resignación, nada más que resignación porque si algo está claro es que Fernando ya no arrastrará su andar pausado ni necesitará jamás el teléfono. Lo recordé viniendo a casa a comer los domingos, ya muy viejo. Pensé en cómo sería morir sin dejar una gran hacienda, ni perros que cuidar, ni viuda, ni un triste hijo. Pasado un rato, me venció el sueño.