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05 septiembre 2005

historias del circo (-81)

¿Puedes sentir todas y cada una de las hojas del árbol moviéndose a un ritmo propio, heredado del aire, robado al viento en invierno, anclado en el tiempo, en la historia, estacionado en el polvo y en la certidumbre de saberse vivo cuando ya tantas veces ha muerto?
El algodón de azúcar descansa en el suelo comido por los insectos.
Sudan los hombres, tensan la lona y se quiebran sus corazones en polvo de mil harinas. Suena la flauta bajo la carpa ligera, brilla el destello del arte certero, acompaña a la vida el sufrido sueño de querer ver vino añejo donde no hay más que caldo rebajado con el agua de la fuente, la engañifa de arrebatar grado al sol que corre a ponerse.
Los aplausos le dan la bienvenida al genio de la acuarela, mágico nuevo reclamo para atraer al público a este mundo de brutos levantacorchos y travestidos embutidos en trajes de carne humana mientras las noches se alargan plagadas de brujas y de aquelarres, de pintores y de horrores de una guerra que no acaba.
Rodeado de tanto cielo que es soledad en la tumba más honda, contemplo los días y especulo con el sentido de lo que fue una vida llena de tanto espectáculo y sencilla estafa a la luz de la luna. Cuento las hojas del árbol en trashumancia mientras escucho el silencio...